miércoles, 7 de diciembre de 2011

PEQUEÑOS CUENTOS

    Ella estaba triste. Lloraba sin cesar y sus lágrimas caían por su pálida tez. La rubia niña, de apenas siete años, la observaba fijamente a través del cristal de la ventana de su habitación. Miraba su llanto y se le entristecía el corazón.
    Ella estaba tríste, seguía llorando cada vez más fuerte. Estaba obscuro y la niña del cristal miraba sin cesar. Veía aquellas lágrimas que formaban ríos de agua y obscuridad. Y aquella hermosa niña se preguntaba: ¿por qué habría tristeza por la que tanto sufrir y padecer?.
    Ella seguía triste, pero a lo lejos la niña vio un arco de colores. Y...de pronto, un rayo de sol iluminó aquella cara pálida y triste. La niña seguía mirando a través del cristal de su habitación y se dio cuenta de aquel milagro que le transmitía la naturaleza.
    La tristeza de las nubes desaparecía rápidamente frente a la luminosidad del sol. En aquel momento, aquella pequeña aprendió que el sol puede estar en su corazón impidiendo que las lágrimas salgan de sus bellos ojos verdes. Ella no llorará, porque aprendió que después de la obscuridad siempre tendrá brillando rayos de sol saliendo de su corazón.

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