martes, 19 de febrero de 2013

¡QUE HERMOSO ES EL AMOR!

El amor, sentimiento intenso de atracción emocional entre dos personas que se aman con locura. 
¡Qué hermoso es el amor, cuando es realmente verdadero!
    Ella, sentada sobre sus largas piernas, en la soledad de una duna de blanca y fina arena, mirando al mar, esperaba pacientemente ver llegar a su amado. Aquella persona que, sin efímeras ni falsas palabras, con tan solo una mirada sabía fehacientemente lo que pensaba y lo que sentía. Su férreo amor no había surgido tras un fugaz flechazo. ¡No!. Eran dos personas muy dispares, de gustos muy diferentes, pero que el fondo de su corazón era impoluto. Se comprendían, se querían,...en el fondo vivían uno para el otro, unidos en el camino por sus fuertes sentimientos.
    La mujer, observando el verde marino, decidió que, aunque totalmente opuestos, ella y su pareja eran almas verdaderamente gemelas. Cada uno tenía su espacio y ninguno invadía el del otro. Y cuando estaban juntos vivían su pasión con alegría y frenesí. El hombre había decidido en connivencia con ella que sería él quien trabajase en la ciudad, en el conocido y renombrado bufete de abogados de su padre que algún día heredaría. Mientras, ella viviría en la casa de la playa, propiedad de los progenitores de él, dedicándose a su afición preferida y para la que tenía una gran sensibilidad: la pintura. Pasaba largas horas dedicándose a dibujar y pintar, sobre todo al óleo, hermosos cuadernos y cuadros con los que quería realizar una exposición. En aquellos momentos, se esforzaba al máximo por crear, utilizando diversas técnicas e innovando en los temas que plasmaba en sus lienzos de los que cada vez se sentía más orgullosa.
    Cuando conoció a su esposo, este la animó con vehemencia a que hiciera realidad sus sueños, aquellos para los que tenía unas cualidades innatas y extraordinarias. Ella nunca había pensado en que aquel hobby pudiese convertirse en parte de su vida. Hasta que lo había conocido a él, nadie de su alrededor le había dado importancia a su forma de hacer arte. Tenía muy en cuenta la opinión de su pareja, quien por sincero le exponía siempre puntos de vista en los que ella a veces no se fijaba. Experimentaba con texturas y esperaba con ilusión el regresó de su marido para oir la opinión que tanto valoraba.
    Los había presentado la hermana de él: su única y gran amiga, a pesar de que ella pertenecía a una familia de clase media baja y que trabajaba como cocinera en un restaurante del pueblo. Ellos eran de clase muy alta, grandes coches, enormes mansiones, de verano, de invierno, en la playa, en la montaña, ..., estrictos seguidores de lo que marcan las tendencias de la moda, y con diversas personas a su servicio. La mujer y la hermana del hombre tenían una amistad sincera durante su juventud, pero ella sabía que desde su matrimonio su cuñada se mantenía un poco distanciada. Tal vez pensaba que ella no pertenecía a la clase social de ellos, pero su amado la había elegido con romanticismo y con pureza de sentimientos, lo que para la mujer significaba que la quería de verdad.
    Cuando su compañera les presentó a la salida del cine ella se turbó y sus mejillas se ruborizaron. El ya era un hombre mayor y con un futuro marcado por la saga familiar dedicada al derecho durante varias generaciones. La joven sabía de sus andanzas juveniles y de las muchas mujeres que revoloteaban alrededor de él, sobre todo por la elevada posición económica de su familia, y de la larga lista de novias que había tenido, pero confiaba plenamente en él y en su manera de pensar. En su amor no había secretos, por eso eran tan felices. Sabía que en la ciudad, rodeado de hermosas secretarias y compañeras de trabajo, con clientas ricas, con las que se reunía habitualmente, podía tener muchas tentaciones pero ella le quería y no permitía que esos pensamientos la turbasen. Trataba de ocupar su poco tiempo libre en la lectura o en dar largos paseos a la orilla del mar para liberarse de tensiones y de pensamientos perniciosos.
    A veces, echaba de menos aquellos tiempos en los que su duro trabajo le hacía permanecer largas horas ensimismada en sus tareas, para mantenerse distraída, ya que tenía dos personas, que llevaban años trabajando a las órdenes de su madre política, para realizar las tareas domésticas y aunque se dedicaba en cuerpo y alma a la pintura, tenía demasiado tiempo libre para pensar. Sabía también que eran los ojos de su suegra, quien conocía perfectamente cada paso que daba, lo que comía, lo que vestía y, aunque no lo decía en voz alta, lo que pensaba.
    Su marido la llamaba por teléfono varias veces al día, siempre que podía, pero el strées de su trabajo lo mantenía muy ocupado, y cuando ella trataba de comunicarse con él en el despacho estaba trabajando y en casa le respondía su suegra señalándole que todavía no había regresado, por muy tarde que fuese. A menudo recibía la visita de su cuñada, quien siempre le recordaba su existencia anterior al matrimonio, cómo si ella se hubiese casado con su marido por dinero. Cuando le preguntaba al hombre por lo mucho que trabajaba le explicaba que un bufete de tanto prestigio como el de su padre exigía muchas horas de estudio y concentración.
    Al principio no le daba importancia a las incisivas palabras de su hermana política, a quien consideraba su íntima amiga, pero desde que aquella se casase con un conocido político, había ido cambiando lentamente y su estancia con ella en la casa de la playa la dejaba siempre inquieta por los mensajes subliminales que le reseñaba una y otra vez sobre la vida de su amado en la ciudad. Le indicaba que salía con mujeres guapas, elegantes y de familias acomodadas y que por eso él no la había querido viviendo con él en la gran urbe.

    Conforme caía la tarde, la mujer deseaba ya la todavía lejana llegada de su marido. Su suegra le había llamado a primera hora de la tarde diciéndole que no esperase hoy por su hijo ya que acudiría a una fastuosa fiesta de una importante familia de la ciudad. Ella asintió, pero tan pronto colgó el frío auricular del teléfono, fue a refugiarse al lugar al que iba siempre que se angustiaba. Cada vez más a menudo debía recorrer aquel camino que la llevaba a la playa en donde se sentaba mirando al mar. ¡La mar, cuánta serenidad le transmitía!. Allí, sobre la arena, llevaba horas esperando. Se hacía tarde y, pensando en la frialdad de las palabras de la madre de su amado, sus ojos se fueron llenando de lágrimas. No sabía por qué la distanciaban de ellos, ella siempre había permanecido al margen de todas sus intrigas y era feliz. Confiaba en él, pero la espera era larga y tremendamente dura.
    Sentía romper las olas de la mar que en cada gota de su blanca frescura le transmitían serenidad. Allí, en su soledad, intentaba dejar su mente en blanco y pensar que su marido le era fiel. No tenía por qué creer lo contrario, salvo por lo que le decían las personas que no estaban a gusto con ella en la familia. Nunca había desconfiado de él y creía no tener motivos para hacerlo, pero las palabras de aquellas mujeres le producían una dolorosa ansiedad que cada vez le era más difícil controlar.
    Era otoño, y anochecía temprano. A lo lejos sintió el canto inconfundible de un estornino, en una parada de su largo viaje de migración. Le gustaba verlos sobrevolar sobre su cabeza en firme formación.
Allí cerca del agua se le pasaba el tiempo con rapidez, sin ser consciente de ello. De pronto, sintió un escalofrío y se tapó los hombros con el chal de fino encaje que él le había regalado en su primer aniversario de boda. Le había costado un dineral y ella no estaba acostumbrada a recibir regalos tan caros.
    -Un fino chal para acariciar tu dulce piel- le dijo el hombre sin darle oportunidad a replicar.
    Su familia política no había acudido a la celebración. Estuvieron ella y él, juntos, dichosos, viviendo su gran amor lleno de pureza. La consorte estaba radiante con su traje rojo de satén que le marcaba sinuosamente sus suaves curvas; el caballero llevaba traje gris marengo con pajarita. ¡Estaba guapísimo!. La velada había sido maravillosa. Todo el año, cuando estaban juntos, había sido fascinante. Vivían la joven para el hombre, y el hombre para la joven.

2 comentarios:

  1. Hola Rhodea, pinta bien el relato........anotada la primera parte y esperando con ansias la continuación.

    Un abrazo.

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  2. Muchas gracias, pronto llegará el resto.
    Un saludo

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