jueves, 12 de abril de 2012

CRIMENES ENCADENADOS

    Esta noche se había levantado un poco de viento, lo que hacía que las frondosas entre las que se hallaba escondido se moviesen más de lo habitual. De pronto, miró al cielo y vio la luna llena. Era su día, tenía que serlo. Pero su inteligente instinto le indicaba que no bajase la guardia. Pasaban las horas, y todo estaba tranquilo. No había captura a la vista, por lo que comenzó a ponerse nervioso. No sabía por qué la noche estaba demasiado obscura para haber luna llena y demasiado calmo todo a su alrededor. 
    De repente, muy lejos creyó oir la suave voz de una mujer. Se semiirguió para captar mejor los sonidos y ver si podía sentir de donde procedía el olor. Ahora todo sería cuestión de esperar. Los pelos de su cuerpo se erizaron y sus ojos no dejaban de mirar para el camino de tierra que cruzaba el parque. Su paciencia tuvo su recompensa. A lo lejos vio una joven que venía andando despacio, como si no tuviera prisa por llegar al lugar al que se dirigía. Desde su escondite sentía como tarareaba una dulce melodía. Tropezó con una piedra y le costó mantener el equilibrio. Cuando lo consiguió ya le fue tarde, la bestia había saltado sobre ella sin ningún preaviso. 
  


    No tenían noticias de la mujer desde hacía días. Era frecuente que, desde que se independizara, no fuese por casa de sus padres salvo que necesitase dinero o tuviera hambre de buena comida. Aquel día por la mañana su madre tuvo un pálpito de que algo podría ir mal, pero no sabía a qué era debido. No creía en las intuiciones, ni era supersticiosa, pero su corazón latía más fuerte de lo normal. Estaba inquieta y sin buenas sensaciones. Decidió salir a correr para ver si le pasaba aquella angustia que no sabía a qué atribuir y conseguía relajarse y pasar una buena tarde. Su esposo llegaría cayendo la noche después de un largo viaje de negocios y no quería preocuparlo. Además, tampoco tenía muy claro explicarle lo qué pasaba ni a qué obedecía encontrarse tan nerviosaEl olor . Cogió sus cascos y al ritmo de su música preferida salió a correr. Un escalofrío recorrió su espalda al comenzar la ruta, pero decidió continuar. Pensó que últimamente, desde que la habían despedido de su trabajo se encontraba bastante ansiosa y, se prometió, que a partir del día siguiente empezaría a buscar un nuevo empleo. Era una secretaria competente y sabía que, aunque las cosas estaban difíciles, podría encontrarlo. Conforme comenzó a correr se relajó y se olvido de la sensación matutina.