El velatorio y el entierro del tío Manuel fueron muy duros para Carmiña. Estaba toda la familia reunida. Habían desmontado sus hermanos el comedor para colocar en esa estancia el féretro y poderlo velar desde su llegada a Piornedo hasta la salida de casa para la iglesia parroquial y llevarlo a continuación a enterrar al cementerio en el panteón familiar. La madre de Carmiña enseguida dispuso todo con grandes lagrimones en los ojos, a ella la vistieron de negro, al igual que estaban tadas las mujeres. Como no tenía ropa de ese color, vistió una falda, una camisa y una chaqueta de su madre sujeta con imperdibles. Las medias también eran negras, al igual que los zapatos.
Carmiña, con enorme pena, angustia y ansiedad, vivía los acontecimientos como si estuviera en otro lugar y los viera desde lejos. Realmente, para ella, que estaba pasando por un trance tan triste por primera vez en su vida, le costaba centrarse. Cuando miraba a su padrino, le parecía que estaba dormido y que en cualquier momento se despertaría. Fueron días y noches largas, ya que hubo que esperar para enterrar a Manuel, por la hermana y el sobrino de tía Maruja que se retrasaron bastante a causa de la nieve.
En esos duros momentos, Carmiña trataba de trabajar en casa y oir lo que decían los mayores: hacía café, calentaba leche, cambiaba manteles, mantenía la cocina con leña suficiente para que diese calor, preparaba queso, jamón, tortillas, chorizos, pan, ... e hizo una enorme olla de caldo, para que todo el mundo pudiese comer caliente y para estar ocupada y no pensar en lo que sucedería tras este trágico suceso.
Sus padres la obligaron a ir a la iglesia y al cementerio, ya que ella no quería ir. Se encontraba cansada, sin fuerzas, demasiado triste y no se veía capaz de superar el trago de despedirse para siempre de alguien a quien tanto quiso y que siempre le demostró que la amaba profundamente.
Cuando regresaron del entierro, Carmiña se desmoronó y subió a su habitación, en donde se cerro para poder llorar su amargura completamente sola. Aquella noche Maruja, su hermana y su sobrino permanecerían en casa, y no sabía si se quedarían mucho o poco tiempo. Carmiña sólo quería llorar y llorar,...y así fue. Tenía que desahogarse desde lo más profundo de su corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario