LA LLAVE, de Rhodea Blason
Caminaba con suma firmeza
musicalizando su andar con el ruido que hacían sus elevados
y finos tacones sobre el duro
asfalto de la acera de la Calle Real. El sensual movimiento de sus
suaves caderas hacía que muchos
viandantes girasen su cabeza cuando ella pasaba con su porte
erguido. Era esbelta, elegante, muy
guapa, con su hermoso cabello rojizo bailando al viento, y
sabía cómo sacar el máximo
partido a sus atributos físicos. Le gustaba respirar el cálido aire
de
la primavera que llegaba a su nariz
con un dulzón olor a azahar, que provenía de los árboles que
adornaban y daban sombra a la ancha
calle principal de la localidad. Miraba al frente, sin fijarse
en los peatones que se cruzaban con
ella, con un semblante alegre que todavía la hacía parecer
más atractiva. Había pasado
demasiados meses imaginando lo que podría pasar hoy, en la
reunión que mantendría con sus
tíos en relación a la herencia de sus antecesores.
La partición de cualquier
herencia, pequeña o grande, siempre supone envidias y egoismos
por parte de los herederos, ya que
hay alguno que quiere su parte y la de los demás, y aún así
no se siente satisfecho. En esta
situación estaba Eloísa, considerada por sus tíos “el patito
feo”
de la familia, ya que pensaban que
no tenía dinero ni patrimonio. La mujer, huérfana de madre,
desde demasiado joven se había
forjado un buen futuro trabajando duramente desde la
adolescencia. El mérito no fue de
ella sola. Había conocido con poca edad al que era su marido,
un auténtico “aguila” para los
negocios, y los dos, trabajando codo con codo, juntaron unos
ahorros y un curioso patrimonio que
les permitía vivir con comodidad.
La herencia de sus padres era
únicamente de ella, ya que había sido hija única por motivos
elegidos por la naturaleza. Sus
tíos no decían nada, pero en lo más profundo de sus mentes
germinaban los egoistas
pensamientos de por qué ella tenía más que ellos. No se daban
cuenta
que su vida había sido muy dura y
que estuvo basada siempre en la sencillez y la humildad,
mientras que sus tíos vivían en
la ostentación de lo que carecían. Eloísa, con su marido y sus
hijos, viajó, conoció mundo,
continuó estudiando gracias al apoyo de quien tanto la quería,
vestía bien, solían cenar fuera
varias veces al mes, pero nunca derrochaban su dinero.
Todavía le quedaba cerca de un
kilómetro para llegar al lugar en el que se celebraría la
reunión familiar, a la que desde
hacía años tenía miedo. El corazón le palpitaba con rapidez.
Sabía que sus tíos se tirarían
como auténticos”buitres” sobre lo que le correspondía a ella
por
herencia de sus abuelos: le
dejarían la peor parte e intentarían embrollarlo todo para que
tuviera que pagarles por algo que
por derecho propio era suyo. Sabía que la negociación
sería dura, sin tregua, porque,
desde siempre, la consideraban débil, porque no lograban
distinguir entre no querer discutir
con idiotas y tener la razón.¡En el fondo le daban pena
porque nunca llegaban a nada!.
Cuando abrió la puerta del
local en el que se desarrollaría la reunión, vio los ojos de los
que por sangre eran sus tíos, pero
por acciones eran sus enemigos, ya que querían quedarse
lo que por ley le pertenecía a
ella. Los miró, uno a uno y con frialdad, fijándose en cada una
de aquellas miradas vacías en las
que veía la firma del egoismo. Al cerrar la puerta tras de sí,
vio, con gran cinismo e hipocresía,
como cada uno de ellos se levantó de la silla que ocupaba
para plantarle dos besos en cada
lado de su cara. Alguno venía acompañado de sus abogados,
otros de sus gestores y Eloísa
estaba totalmente sola. Su amante marido había querido
acompañarla pero ella le dijo que
prefería solucionar el asunto ella sola, ya que sino nunca
sería quien de enfrentarse a
ellos, y eran demasiados años los que llevaba ahogada por su
implacable yugo.
Durante largos minutos se habló
de vanalidades sin sentido. Eloísa se sentía incómoda
porque no quería ser ella quien
comenzase a hablar de la herencia y parecía que los demás
no tenían prisa en hacerlo. Pero
cuando menos se lo esperaba, el prestigioso abogado de
uno de sus tíos comenzó la
reunión, divagando lentamente en cuestiones que Eloísa creía
que estaban perfectamente claras y
que no eran motivo de discusión. Luego, uno por uno,
fueron eligiendo lo que querían
para sí de aquella herencia que tanto había sudado su padre.
Obviaban a Eloísa, nieta de
un hombre justo al que no le gustaría ver a sus hijos enfrentados
de aquella manera, y ella
permanecía callada. Todos eligieron y repartieron pisos, bajos,
dinero,
tierras, … ¡Parecía que ella
no estaba allí, porque no le adjudicaban nada!.
Les dejó que siguieran
haciendo demagogia barata, porque entre ellos no eran capaces de
ponerse de acuerdo.
-El piso de arriba vale más
que el de abajo, me hay que pagar la diferencia- dijo el más
egoista de todos
Y ella veía con absoluta
incredulidad como accedían a pagarle sus hermanos, después de
haber sido él el que escogiese
aquel piso precisamente. Se apuntó en su herencia, fincas,
pisos y dinero porque decía que
se sentía perjudicado por lo que “le había tocado”.
Eloísa, después de ver aquel
esperpéntico espectáculo, no daba crédito. Pero tuvo suficientes
fuerzas para carraspear. La
primera vez no la oyeron porque lo hizo tímidamente, pero la
segunda tosió con la fortaleza
que le daba pensar en sus hijos y en su marido, realmente su
única familia.
Entonces todos callaron y se
volvieron sus miradas a ella.
-Tranquila tú tienes la finca
de las Moreras -le dijo otro de sus tíos -y como es grande
tendremos que ponernos de acuerdo
a ver cuánto te toca pagarnos a cada uno.
Pero si la finca que le dejaron
era la peor, pensó Eloísa, me toca por herencia y todavía
pretenden cobrarme por ella, me
están estafando directamente. En aquellos momentos echó
de menos a su esposo, allí
haciéndole compañía y no dejando que la explotasen aquellos
negreros que nunca trabajaron
ayudando a su padre y ahora se peleaban por lo que él había
dejado.
El último tío que había
hablado se dirigió a su abogado:
-Es mejor que hagas las cuentas
para saber qué le toca a mi sobrina, ya que una vez que
lo sepa puede marcharse cuando
quiera.
¡Pobres estúpidos!. Eloísa
y su marido temiéndose lo peor, habían estado investigando en
los papeles de su abuelo y sus
padres. Habían pedido “hojas simples” para saber quienes
eran los propietarios de todo lo
que había. Pero lo habían hecho demasiado tarde, ya muchas
fincas habían sido vendidas por
sus tíos, mediante trampas acogidas a vacíos legales. Aún así,
estaban tan cegados por quien se
llevaba la mejor parte que no se dieron cuenta de la excesiva
tranquilidad y calma que
desprendía Eloísa.
Cuando Eloísa se cansó de
oirlos decir sandeces, se levantó y les dijo con voz fuerte:
-No sé por qué discutis tanto
si yo soy quien tiene La Llave para resolver esta herencia
Sus tíos se miraron y
comenzaron a reirse sin dar crédito a lo que acababan de oir. Eloísa
podía leer claramente en sus
duras caras “¿qué dice esta insensata?”.
-Lo tuyo ya está solucionado
-le contestó otro tío- No tienes de qué preocuparte. El día que
vayamos a la notaría firmas y ya
eres dueña de la finca que te tocó.
-¿Pero es que no os dais
cuenta? -preguntó Eloísa elevando la voz más de la cuenta. -¡Os
estoy diciendo que todo lo que
hacéis es valdío. La llave para arreglar todo este embrollo la
tengo yo.
-¿De qué Llave hablas? -le
preguntó el abogado de uno de sus tíos
-Estáis repartiendo la
herencia sin contar conmigo, y yo soy la única que puede hacer
efectiva esta herencia. Sigo
diciéndoos que yo soy La Llave para que esto se arregle. Aunque
no lo creáis. Los papeles del
Registro de ls Propiedad así lo exponen.
Volvieron a mirarse nuevamente
y esperaron a que Eloísa se explicase:
-Sois demasiado egoistas para
ser buenas personas. Creéis que sois lo suficientemente
inteligentes como para saberlo
todo, pero a pesar de traer a vuestros abogados, no habéis
hecho bien el reparto de la
herencia. Estáis repartiendo humo, ya que los solares en donde
están construidas las casas de las
que ya os adjudicásteis los pisos que os convinieron los puso
vuestro padre, mi abuelo, a nombre
de mi padre. Por lo tanto, os vuelvo a decir que no podéis
repartir nada sin contar conmigo
que tengo La Llave, es decir, soy la dueña del terreno y
conmigo tendréis que arreglar
debidamente si queréis que os firme en la Notaría.
Eloísa tuvo que parar para
coger aire y respirar, se notaba acalorada y nerviosa, no se
atrevía a mirar a sus tíos a los
ojos, por lo que con la vista baja esperó a que alguno de ellos
dijese algo.
-Pero somos familia -señaló
lentamente el más joven de todos -no serás capaz de hacernos
esto.
-Por supuesto que sí, no os
quepa la menor duda. Durante demasiados años no me habéis
tenido en consideración para
nada. Sé que me habéis estado robando, pero la “vengaza es un
plato que se sirve frío”. He
sabido esperar, y ahora sólo reclamo lo que me pertenece, no lo
que digáis vosotros malditos
egoistas y avariciosos. En cuanto a mi familia, sólo lo son mi
marido y mis hijos. Con vosotros
no se puede contar para nada, salvo para vuestro propio
beneficio y eso a mí no me vale.
Se dieron cuenta
de que Eloísa hablaba en serio, el aire estaba cargado, y
ella seguía
permaneciendo en pie, traspasando el peso de su cuerpo de un pie a
otro.
Nadie hablaba, sus
tíos la miraban con odio. Era consciente y obvio que no habían
valorado
que el terreno fuese
de ella. ¡Qué bien hacían las cosas los mayores!
Como no le
hablaban cogió su carpeta y su bolso, se dio la vuelta y salió de
aquel lugar
en el que parecía
que faltaba el aire. Ella actuaba conforme a su conciencia, teniendo
La Llave
de la negociación,
no podía permitir dejar a sus hijos sin la herencia de su bisabuelo.
Ya
en la calle le
rodaban gruesas lágrimas por la cara y casi no podía respirar. Se
sentía
impotente ante la
maledicencia de sus tíos, pero contenta por haberles plantado cara.
La Llave de la
herencia la tenía ella, y se repartiría, sin egoismos y sin
avaricias....Y
desde luego, no les
dejaría que le robasen nunca más.
Guauuu que historia! Muy buena, intriga hasta el final. Y un giro inesperado al final.
ResponderEliminarEnhorabuena
Kike
Gracias kike
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