El lenguaje perdido
Artículo semanal que escribo en el diario http://www.cronica3.com/
Los seres humanos tenemos cada vez más mermada nuestra capacidad de relación con nuestros semejantes. La fatalidad combinada con la ignorancia han logrado que se disipase el “don de la palabra”. No utilizamos con provecho el dominio, el vigor, la prerrogativa y la valía de nuestro amplio idioma, con su copioso, fértil, desbordante y pletórico léxico. Con una lingüística gramatical profunda y extensa de la que pocas lenguas pueden jactarse y vanagloriarse. La palabra es siempre nuestra mejor arma y un valioso escudo ante cualquier pauta o traza de afrenta o cuita. Con su utilización pertinente podemos protegernos, disculparnos, atacar, culpar, mandar, autorizar, permitir, dominar, amar, odiar, respetar, entretener, …
Mi progenitora aseveraba que “Con vinagre no se cazan moscas, sino con miel”. Invariablemente refería y citaba sin descanso esta inmemorial sentencia como procedimiento de negociación arbitrando con educación, cultura, cortesía, delicadeza, afabilidad y afecto la consecución de una meta o finalidad eludiendo, sorteando, precaviendo y obviando altercados, discusiones, enfrentamientos, disgustos, y enojos desagradables.
Causa profunda consternación, desagrado y repulsión ver la crispación que se revela a través de un individuo que sermonea, arenga o soflama a otro desconociendo las bondades de nuestra expresión oral. Entretanto, el buen conocedor, el experto, el avezado, el “maestro del habla” en su magistral diseño y estructura ocasiona una abismal, intensa y reflexiva satisfacción, complacencia, deleite, embeleso, encanto, ante su cultivada oratoria, inteligencia, erudición y sabiduría.
Es nuestra obligación, responsabilidad, cometido y compromiso con nuestra familia y sociedad que se emplee, maneje, apliquemos y beneficiemos acertadamente nuestro idioma. La cultura de un país se calibra y evalúa por la capacidad de conocimiento y entendimiento de sus ciudadanos, competentes para razonar, meditar, analizar y argumentar con educación, intelecto, comprensión y armonía. Ilustremos, preparemos y expliquemos a niños y jóvenes en el estudio de la didáctica de nuestra extraordinaria y fascinante forma de expresión para que se haga más conocida, utilizada, fuerte, recia y vigorosa.
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