El día 8 de marzo
se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Es una
forma de rememorar la larga y solitaria lucha de las mujeres y su
participación en la búsqueda por lograr el reconocimiento de su
igualdad frente a los hombres, tanto en la sociedad como en su
desarrollo íntegro como personal. Este día se ha convertido en
numerosos países fiesta nacional. Pero realmente esta fecha tan
señalada no hace más que conmemorar que un 8 de marzo de 1857 un
grupo de trabajadoras del sector textil decidió salir a las calles
de Nueva York para protestar por las precarias condiciones laborales
en las que trabajaban. Sería una de las primeras manifestaciones de
la historia en las que las mujeres protestaban por adquirir mejoras y
derechos laborales. Posteriormente, el 25 de marzo de 1911 en Nueva
York, también, se incendió la fábrica de camisas Shirtwaist
muriendo 123 mujeres y 23 hombres, la mayoría jóvenes inmigrantes
entre los 14 y 23 años. Fue el desastre industrial más mortífero
de la historia de la ciudad norteamericana y supuso que desde aquel
momento se introdujesen en todas las fábricas las nuevas normas de
seguridad y salud laboral de EEUU. Los trabajadores no pudieron
escapar de las llamas porque los responsables de la fábrica habían
cerrado todas las puertas de salida al exterior como práctica
habitual para evitar robos.
En 1909 Nueva York y Chicago ya
acogieron actos denominados “Día de la Mujer” organizados por
Corinne Brown y Gertrude Breslau-Hunt, destacadas solialistas
luchadoras por los derechos femeninos. Al año siguiente, en Europa
tuvo lugar la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas
celebrada en Copenhague con la asistencia de más de 100 mujeres
representantes de 17 países. Los actos se fueron ampliando cada vez
más hasta que en España, en 1936, tuvo lugar por primera vez una
reunión de tal magnitud. No obstante, no fue hasta 1975 cuando la
ONU (Organización de las Naciones Unidas) institucionalizó el 8 de
marzo para conmemorar las acciones del Día Internacional de la
Mujer y en 1977 se declaró Día Internacional por los Derechos de la
Mujer y la Paz Internacional.
Han sido muchas las mujeres que se
han unido a lo largo de la historia para que en la actualidad el sexo
femenino tenga esa “igualdad” tan deseada frente a los hombres.
Afortunadamente, hoy podemos acudir a la universidad eligiendo
estudios, realizar trabajos que antaño estaban sólo destinados a
los hombres y, por supuesto, trabajar fuera de casa. Pero no nos
engañemos, todavía queda mucho por lograr. Existe una marabunta
humana de féminas que queremos que se nos escuche y que no nos
prebendan ningún beneficio del que no seamos acreedoras y al que no
tengamos derecho. Trabajamos en casa y mantenemos en pie nuestras
empresas o trabajamos con eficacia y eficiencia por cuenta ajena pero
tenemos todavía demasiado camino por andar: las dificultades en la
conciliación laborar para las mujeres abren brechas tan grandes que
a veces les impiden optar a un puesto de trabajo digno, la
desigualdad salarial obliga a una fémina a trabajar 84 días más al
año para ganar lo mismo que un hombre, la contratación de una mujer
suele tener reglas precarias o a tiempo parcial y las tasas de paro
femeninas son muy superiores a las de los hombres. Pero hasta en el
cobro de las prestaciones por desempleo la mujer sale también mal
parada, ya que no están equiparadas entre unos y otras. Tal vez las
mujeres no tengamos familias que mantener, recibos que pagar, hijos
que alimentar o no seamos merecedoras del derecho a acceder a tener
viviendas dignas.
La constitución española de 1978
recoge en su artículo 14 la igualdad ante la ley de las mujeres y
los hombres prohibiendo la discriminación por razón de sexo. No
obstante, creo que deberán pasar todavía muchos años y continuar
con las reivindicaciones para que se suprima cualquier diferencia o
desigualdad que exista entre sexos. El Instituto de la Mujer reseña
con gran acierto que tal y como aseguraba Montesquieu “el nivel de
democracia de un pueblo se mide por el grado de libertad de sus
mujeres”.
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