"Vivir es una lucha constante", le decía su madre siempre que podía. "Para nacer sufres, para existir tienes que superar obstáculos, y sacrificios para formarte. Pero estoy muy orgullosa de que hayas conseguido tu sueño de ser enfermera".
Su progenitora le regalaba siempre un beso cuando le decía estas palabras y ella le respondía con su amplia y generosa sonrisa. Su madre y ella eran mujeres realistas y luchadoras, y desde que su padre se ahogase en el mar ejerciendo su oficio de marinero habían sabido salir adelante con todos los tropiezos que habían tenido que superar. Pero ahora, las dos juntas, vivían mejor de lo que habían soñado años atrás, en los que vivieron con muchas estrecheces y mucho esfuerzo laboral. La madre trabajaba en una tintorería en la que el jornal era justo y su hija había logrado superar las oposiciones para una plaza de enfermera titular en la planta de medicina interna del Hospital Regional. Había alcanzado su sueño de servir a los demás, y su madre y ella estaban llenas de orgullo por este importante logro.
Por eso, en aquel momento, ninguna daba crédito a lo que ocurría en su hogar. La policía señalaba a la enfermera como la autora de los asesinatos de ochenta pacientes terminales ocurridos en la planta en la que ella trabajaba y de la que la habían nombrado supervisora dos semanas antes. Su madre imploraba de rodillas en el suelo a quienes le habían esposado, muentras agarraba con fuerza las piernas de su hija impidiéndole dar un paso. La situación era violenta para los agentes que atestiguaban tener pruebas de los hechos acontecidos y de los que se la acusaba.
La joven miró a su madre y le dijo riéndose a carcajadas:
-Era la única manera de ahorrarles sufrimientos y tener camas libres. Mamá, pronto morirás tú también, he estado echando matarratas en tus cereales, jajaja
Su madre en el Hospital, después de que le hicieran un lavado de estómago con carbón vegetal para provocarle el vómito, lloraba y pensaba en qué era lo que había hecho mal en la crianza de su hija para que cometiese actos tan deleznables.
Que historia más siniestra , desde la enfermera tendría que tener un motivo para llevar a cabo tal hazaña , a veces los que ejercen la medicina se creen dioses para decidir quien muere y quien sigue con vida ...tal vez ver tanto dolor desequilibre las neuronas .
ResponderEliminarMuy buen relato .
Un abrazo y feliz domingo.
Fiero lobo con piel de manso cordero. Angeles de la muerte creo que se llaman. En la historia reciente hemos asistido con incredulidad a algunos hechos con el que relatas. ¿Qué proceso mental es el que ha llevado a la hija de tu protagonista a actuar de esa forma?. La mente humana es muy compleja. Buen giro inesperado el que le has dado a la historia, tal como sugería en mi convocatoria.
ResponderEliminarGracias Rhodea por sumarte a la misma aunque haya sido algo tarde.
Un fuerte abrazo.
Una historia siniestra, que ha pasado alguna vez.
ResponderEliminarUna negación de la profesión que eligió.
Bien contado.
Un abrazo
madre mía!!! pobre madre... la tortuosa mente humana
ResponderEliminarBss
Ocurre a veces que no conocemos ni a las personas que tenemos más cerca...
ResponderEliminarBuen relato.
Besos y abrazos.
Hay una copla de mi país que dice:
ResponderEliminar"La vida es la gran escuela
y en el aula del saber
no te vaya a sorprender
que de un árbol bien nacido
salgan los gajos torcidos,
pues, se han doblao al crecer.
Cuaja justo con tu relato.
Besos