sábado, 9 de febrero de 2013

UNA DESGRACIADA SORPRESA

Como no podía dormir y comenzó a oir mucho ajetreo en casa Carmiña decidió levantarse. En toda la noche no había conciliado el sueño, ni encontrado remedio a sus problemas, por lo que decidió que el trabajo le ayudaría a distraer sus pensamientos y, tal vez, se enteraría de lo que había traído aquel hombre en plena madrugada; aquello que tanto había preocupado a su padre. no se apuró demasiado en bajar a la cocina, prefirió seguir sumida en sus propios pensamientos mientras hacía la cama y la limpieza de su habitación. Abrió la ventana, y con los ojos cerrados respiró profundamente y sintió el aire fresco entrar en sus pulmones. Este gesto la relajaba enormemente, y, aunque hacía frío, permaneció así varios minutos. Tras cerrar la ventana, abrió la puerta de su habitación y anduvo despacio por el pasillo hasta llegar al inicio de las escaleras. Entonces se fijó. En el perchero de la entrada y sobre el banco que había a continuación del portón de la calle había ropa de abrigo de muchas personas. No era frecuente que en su casa, a aquellas horas, ocurriese algo así. Se preguntó que estaría pasando en la cocina, desde donde se oía el rumor de muchas voces. Entonces, apurando el paso, bajó las escaleras y se dirigió al lugar del que provenía tanto jaleo. La puerta estaba entreabierta. Los vecinos estaban sentados en torno a la cocina económica, que funcionaba a pleno rendimiento dada la calor que hacía en la estancia. Sus abuelos estaban sentados a la mesa de madera en la que comían a diario con más personas. Todos tomaban café y comían queso y jamón. Cuando su madre se giró y miró a Carmiña estaba llorando. Se acercó a la hija y le explicó "Carmiña ha ocurrido una gran desgracia. Una calamidad imprevista. Estamos tod@s desolad@s". Y continuó llorando, pero Carmiña no entendía que ocurría, los abuelos estaban bien, sus padres también, ¿le pasaría algo a uno de sus hermanos?. Pero antes de que pudiese formular ninguna pregunta en alto su madre continuó entre sollozos "tu padrino a muerto de un infarto". Entonces Carmiña, que llevaba la noche en vela, sintió que había perdido el único recurso que le quedaba para que tía Maruja no llevase a cabo sus maléficos planes. Entonces, sus lágrimas volvieron a resbalar lentamente por sus mejillas, como había estado ocurriendo durante toda la noche. Manuel, quien tanto cariño le había demostrado durante toda su vida, había muerto. ¡No se lo podía creer!. ¿Qué sería de ella ahora? ¿Qué le depararía la vida de ahora en adelante?

miércoles, 6 de febrero de 2013

CARMIÑA EN SU SOLEDAD

Carmiña había oído en alguna ocasión en la aldea decir que "las malas noticias no vienen nunca de una en una". No se preocupó demasiado por esa frase cuando la escuchaba pronunciar hasta que aquella madrugada, en la que lloraba desconsolada en la cama apoyada su morena cabeza sobre un almohadón azul bordado por sus manos en color blanco, oyó el martillo de la puerta llamar una y otra vez. Miró hacia la ventana y vio que todavía era noche, por lo tanto era muy temprano. "Tal vez algún vecino necesitase ayuda con su ganado y venía a avisar para que le ayudasen", pensó. Pero el martillo volvió a llamar con más intensidad y, mientras sentía a su padre levantarse, se le encogió el corazón. Ningún vecino aporreaba el martillo de aquella manera. Seguro que pasaba algo urgente, ya que ella sabía la manera de llamar de todas las personas de la aldea, y nadie lo hacía así, con tanta insistencia. Se levantó despacio de la cama, se abrigó los pies y el cuerpo, se echó por encima una capelina que le había echo de ganchillo y con lana su abuela y que era muy calentita y se fue acercando lentamente al rellano de la escalera, en el que había un punto desde el que se podía ver las personas que estaban en la puerta. Esperó allí a que su padre encendiese las luces y abriese el portalón de la calle y vio al hombre que llamaba. Era alto y grueso, estaba sofocado, y se le veía cansado, como si hubiese recorrido un largo camino. Carmiña no podía oir lo que le decía a su padre, pero sí vio que le daba un sobre blanco, un poco arrugado, y que su padre le tuvo que firmar en una carpeta. Cuando su padre cerró la casa nuevamente, abrió la carta y, después de leer su contenido, se pasó la mano izquierda por el pelo y se fue andando hacia la cocina. Carmiña sabía que ese gesto lo hacía su padre cuando estaba en tensión, enfadado, disgustado o muy triste. Pero ella no se atrevía a bajar, no quería saber lo que ponía aquella carta, porque no creía que pudiese haber una tristeza mayor que la que ella sentía. Y, mientras escuchó como su padre encendía la cocina de leña y hacía ruido preparándose la leche caliente, ella se volvió nuevamente despacio a su cama a sollozar en la soledad de su habitación

lunes, 4 de febrero de 2013

LA SORPRESA DE CARMIÑA

    Cuando Carmiña se enteró de que tenía que dejar su maravillosa aldea se quedó petrificada sobre el suelo de madera de la cocina de su casa. Fue por casualidad, y a punto de cumplir quince años. Por fin vio la sibilina manera de actuar de la peculiar tía Maruja. Allí, paralizada por el estupor y el miedo, no sabía qué hacer. Había estado lavando en el pozo y se dio cuenta de que la hebilla del aguaperdía; paró de lavar y fue a casa a buscar las herramientas con las que arreglarla. Entró despacio, sin hacer ruido, porque por su cabeza rondaban ideas que la hacían pensar demasiado. Entonces, cuando tenía la mano derecha apoyada en el picaporte de la puerta y estaba a punto de entrar, escuchó las explicaciones que sus padres le daban a sus abuelos. "Maruja dice que lo mejor para la niña es vivir en la capital. Allí hay otros ambientes y otras expectativas. Puede casar mejor, ya que su madrina frecuenta ambientes en los que se mueven hombres de carrera y buenas familias. Carmiña en la aldea tendrá el mismo futuro que nosotros, trabajar mucho,...". Sus padres hablaban y hablaban, los abuelos permanecían callados, o al menos ella no los oía responder, y no sabía qué hacer: si entrar o irse a seguir lavando. Estaba literalmente pegada al suelo y, de pronto y en cuestión de segundos, imaginó lo que su vida en la capital podría ser. ¡Y más bajo la dirección de tía Maruja!. Alguna intención escondida tenía su madrina para mostrar tanto interés para llevarla consigo y separarla de su aldea, de su vida, del lugar en donde se encontraba la felicidad. ¿Qué sería?

jueves, 31 de enero de 2013

"CARMIÑA, UNA MUJER DE ALDEA"

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miércoles, 30 de enero de 2013

LA MANIPULADORA TÍA MARUJA

La abuela Josefa le enseñó a Carmiña, cuando apenas tenía doce años, a hacerse su propia ropa con las preciadas telas que traía el tío Manuel cuando volvía de Cuba a pasar unos días en casa. Carmiña poco a poco fue mejorando aquellas sencillas enseñanzas de su abuela y consiguió lograr crear su propia moda, hacer los vestidos que a ella le gustaban para los días de fiesta, y arreglar los pantalones de sus hermanos para andar por el campo.
¡Cuántas gracias le habría de dar Carmiña a su abuela por haberle enseñado tantas cosas!.
En la casa de Carmiña no eran pobres porque había siempre para comer, la tierra, el campo y los animales que ella tanto amaba, siempre producían comida suficiente para todo el año. Pero en casa, había muchos hijos que tuvieron que emigrar, en busca de futuros mejores, algunos de ellos pasaron muchas penurias hasta conseguir estabilizar su vida en el estranjero, en donde se casaron y tuvieron hijos. Escribían y Carmiña leía aquellas cartas con pasión, ya que además del amor que sentía por sus hermanos le alegraba que estuvieran bien. Ella, como era la más pequeña, se quedó en casa y creyó que allí, en donde era tan feliz, permanecería para siempre. Pero cuando se acercaba a cumplir su décimo quinto cumpleaños comenzó a darse cuenta de las intrigas de su madrina Maruja. Y se entristeció de tal forma, que corrió a hablar con su padrino Manuel, aquel hombre de ojos grises, que era todo bondad y que tantas veces le había demostrado su amor incondicional. El, después de escucharla atentamente sobre lo que Carmiña creía que acontecía a su alrededor, le prometió que no permitiría que la tía Maruja se entrometiese en su vida. Manuel era la única persona que podría convencer a su mujer de que dejase a Carmiña en paz, en Piornedo, disfrutando de la vida que quería llevar.
Pero Carmiña, aquel día al atardecer, cuando los vio marcharse de casa para coger el tren en Lugo, sentía una extraña sensación en la boca de su estómago que le hacía estar mal. Era como una amargura y una pesadumbre porque no sabía lo que Maruja tramaba a sus espaldas y Carmiña no confiaba en ella.
Esperaba que padrino Manuel fuese capaz de calmar a su mujer y que cuando regresasen a Piornedo, Maruja se hubiese olvidado de Carmiña por completo. Aunque pensaba que haría falta un milagro para ello, ya que cuando a Maruja se le ocurría una idea la llevaba siempre a cabo. Lo que más disgustaba a Carmiña era que nadie le confiaba lo que planeaba aquella mujer, disparatada, inoportuna y manipuladora que se había casado con su padrino. Pero ella, gracias a su madurez, sabía que estaba sentenciada por los planes de Maruja y eso la hacía muy desgraciada.

martes, 29 de enero de 2013

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EL DESTINO DE CARMIÑA HABIA SIDO ELABORADO A SUS ESPALDAS

"Carmiña, una mujer de aldea"
La tía Maruja, su madrina, era una persona muy singular. Hablaba sin parar soltando palabras y palabras por su diminuta boca como balas una ametralladora. Cuando llegaba a algún sitio parecía que las personas que estaban a su alrededor se empequeñecían, y ella, por el contrario, se convertía en total protagonista del momento. Su voz, demasiado estridente para Carmiña, era como el graznido de un ciento de gansos disputándose la comida. Y lo que su ahijada más odiaba de ella era que estando su madrina en casa enemistaba a todas las personas presentes entre sí.
Carmiña no dejaba de sorprenderse de que nadie parecía darse cuenta de que Maruja tenía un grave problema con el resto de los seres humanos. Todo el mundo decía que era una mujer muy buena, pero su propia ahijada no lo tenía del todo claro.
Maruja se sentía la mujer más importante de la tierra y manipulaba a la familia para hacerse con el afecto de Carmiña que trataba de mantenerse lo más al margen posible de ella. Aunque siempre le había demostrado mucha educación y respeto. En pocos meses logró que los padres de Carmiña y sus abuelos accediesen a sus pretensiones con relación a la joven, a espaldas de ella. Poco tiempo tardaría la buena de Carmiña en conocer el repulsivo destino que le había preparado la peculiar tía Maruja.