DICIEMBRE, MES DE LA ILUSIÓN, por Rhodéa Blasón

 

Diciembre es el mes de la ilusión. Es esa época del año en la que todos rememoramos el mismo periodo de nuestra niñez y tratamos de despertar al niño dormido que llevamos dentro, aunque sea pactando con recuerdos de fantasías irreales. Todo depende del grado de felicidad en el que se hubiera desarrollado nuestra infancia.

Durante este mes nos ilusionamos: adornamos nuestra casa con motivos que nos evocan una fantasía llena de felicidad; queremos romper con todo lo nefasto que nos aquejó durante el año que remata, porque soñamos con que los próximos doce meses venideros sean mucho más venturosos que los pasados; deseamos que nos toque “un pellizquito” en la lotería de Navidad y sino acontece siempre nos queda alegar a la salud; niños y mayores apostamos por la carta enviada a Papá Noél, aunque si su trineo se pierde en el medio de la nieve confiamos en que se lo comunique a los Magos de Oriente; queremos degustar con ahínco todos los platos, salados y dulces, propios de esta época del año, ambicionamos hacerlo alrededor de una mesa y acompañados de nuestros seres más queridos; … Cada una de las personas que lea este texto tendrá su propia ilusión.

La esperanza de que nuestos sueños se cumplan con la intensidad y la alegría que deseamos nos hace buscar la satisfacción de nuestros anhelos en el mes de diciempre. Y yo participo de toda esta ficción, porque como ser humano necesito tener ilusión para vivir y conseguir alcanzar mis propósitos; aunque desde hace ya muchos años mis objetivos vengan marcados con el sueño de la intangibilidad: salud, paz, trabajo, responsabilidad, tiempo para dedicar a quienes quiero, para aprender tanto pendiente, ...pero, por supuesto, no desprecio ningún regalo tangible. Todo lo contrario, lo agradezco y es necesario para afianzarnos en el sueño de la ilusión.

Os deseo que vuestras ilusiones del mes de diciembre se vean cumplidas y recompensadas.¡Feliz Navidad!

VALOR DE LA PALABRA

     Creo con firmeza en que uno de los bienes más preciados que tenemos las personas de bien es el valor de nuestra Palabra.

    No hace muchos años se firmaban negocios con un fuerte apretón de manos o asintiendo con nuestra responsabilidad verbal.

     En mi tierra todavía se hacen "tratos" que se respetan de generación en generación por no volver atrás el compromiso adquirido por nuestros mayores. Y si por necesidad hay que cambiarlo o deshacerlo se habla entre las partes y no existe mayor problema.

No todos pensamos igual, ni le damos el mismo valor a las obligaciones que adquirimos con la firma de nuestro Verbo.

Esa es una de tantas cuestiones que nos diferencia como personas serias de esos seres sin escrúpulos ni compromiso oral, pero sí con un desmesurado exceso de verborrea.

Efectivamente, parece una contradición lo que acabo de escribir. Pero si lo reflexionáis, llegaréis a la conclusión de que los seres humanos que más valoramos nuestra palabra somos menos elocuentes y vehementes a la hora de comunicarnos que los que no tienen conciencia de ese aprecio.

En los mundos que corren llenos de idiotas que no le dan ningún tipo de validez  ni a los contratos firmados ante notario, imaginaros la cantidad de alelados que pueden existir que no valoran ni su palabra ni un apretón de manos.

TODO SE SUPERA SI QUEREMOS HACERLO, por Rhodéa Blasón

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     En el último año hemos sufrido mucho todos. 

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    Y ese padecimiento, incrementado por una serie de daños colaterales que nos hemos visto obligados a vivir, están causando una serie de alteraciones en nuestra mente de las que muchos todavía no somos conscientes.

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     Os pido encarecidamente que al más leve indicio de que vuestro carácter está apagado busquéis ayuda en los profesionales que os dirán cómo salvar los traumas que dejará a su paso esta angustiosa pandemia.

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     Hay poblaciones pequeñas en las que todos sus habitantes se están viendo afectados por unas lesiones silentes que les provocan baja autoestima, inseguridad, miedos irracionales, sentimientos permanentes de vacío, desconfianza, tristeza, ...y mucho tormento.

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     Son transtornos emocionales que tienen cura.

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     Los profesionales están para ayudar a quien los necesite. 

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    Y saben hacerlo muy bien.

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       No es una verguenza ir a un psicólogo o a un psiquiatra si con ello podemos volver a sonreir, a llevar una vida plena, a tener seguridad en nosotros mismos, a abandonar la tristeza permanente, ...

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     Todos podemos necesitar de dichos profesionales en cualquier momento.

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      Me solidarizo con los pacientes con patologías emocionales y os animo a seguir mi consejo.

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      Todo se supera si queremos hacerlo

  

     

SEAMOS GENEROSOS, por Rhodéa Blasón

     

   

  Veo con asombro que cada vez nos cuesta más ser generosos.

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      Pero hay muchas maneras de generosidad y yo estos días he recibido muestras de ella de parte de personas maravillosas que seguro estaréis leyendo estas letras que escribo con tanto cariño hacia vosotras.

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      Ser generoso no tiene que ver solo con dar dinero

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       La generosidad se basa desde mi humilde punto de vista en que alguien te diga 

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¿qué te ocurre? 

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y que te explique que está ahí para ayudarte.

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 Que junto a tus amigas comunes creen un muro de apoyo hacia mí para que yo pueda realizar con tranquilidad mi trabajo.

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¿habrá mayor prueba de generosidad?

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Sé que, si generalizamos, que es lo que yo hago desde aquí, cada vez existe menos empatía con los problemas ajenos.

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Pero, particularmente, este mundo está lleno de personas Smile que te dedican una sonrisa y desarman tu estrés.

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Por ello muchas gracias. 

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Todas sabéis perfectamente quienes sois mis personas Smile y os quiero siempre cerca de mí.

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Intentaré estar siempre a vuestra altura, aunque me habéis puesto el listón demasiado alto.

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Besos a todas las personas que ejercen su generosidad en el mundo de manera gratuita y sin esperar nada a cambio. 

DOBLE MORAL, por Rhodéa Blasón

No me gustan los seres con doble moral.

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No me gusta quien piensa una cosa, dice otra y actúa de forma totalmente diferente.
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No me gusta quien calcula todas las posibilidades para sacar siempre su propio beneficio aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid.
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No me gusta quien no empatiza con los sentimientos del prójimo pisándolos para alcanzar lo que busca.
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No me gusta quien piensa que tiene muchos derechos y no hace caso de sus obligaciones.
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Podría seguir así en una larga letanía.
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Pero existen seres así!!!!

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Que viven de sacarle los hígados a quien los quiere.
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Que saben cuidase bien aprovechando situaciones que les son favorables.
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Que se creen por encima de los demás sin estudios, experiencia de vida, ni nada, ... siendo zalameros para conseguir los objetivos que tienen en mente.
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Que a pesar de su necedad absoluta son capaces de vivir del sable con gran habilidad porque así los educaron o porque les sale de las entrañas.
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Porque son capaces de manipular a quien se cruce en su camino de manera intrigante.
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Conocéis gentuza así???

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Hablarme
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Giro del destino, por Rhodéa Blasón

 

        El fiscal se mantenía serio en su despacho mirando un expediente:

“Hombre que en su juventud cometió delitos sin sangre por culpa de su adicción a la droga.

Ahora, con 35 años, estaba totalmente rehabilitado y reinsertado en la sociedad, casado y con tres hijos

 pequeños y conducía un camión”.

Si lo enviaba a la cárcel le sesgaría la vida

Selló el expediente y lo guardó en una carpeta que iría directa al archivo.

MUÑECA ROTA , por Rhodéa Blasón ©

 

Vivir es una experiencia única.

Cada ser humano tiene su propia historia generada a lo largo de los años y propiciada por lo vivido a lo largo de la existencia.

Pero también debemos tener en cuenta los agentes externos y a las personas que nos obligan a vivir de una manera determinada o nos semeten a sus propias normas, haciendo que el camino se convierta en una senda traumática y dolorosa y que nuestro corazón explote en millones de diminutas piezas imposibles de reconstruir.

Se puede luchar por una vida mejor, pero cuando la derrota ha lacrado nuestra piel a fuego, sobrevivir resulta un camino difícil y extenuante.

Hay personas que logran sobrevivir.

LA MUÑECA LAURA, por Rhodéa Blasón

        Las tablas de madera rechinaban bajo los pies que las pisaban con cautela en el desván de la enorme casa en la que vivía. La niña desconocía el origen de qué o de quién era el cuerpo que dominaba esas anónimas extremidades y permanecía agazapada bajo las frías sábanas de lienzo y las pesadas mantas de trapos que confeccionaba su madre de múltiples colores para calentarla de las gélidas temperaturas invernales. Era muy pequeña, delgada y alta para su edad, pero en aquel lecho de matrimonio, de patas de madera labradas a mano y con elegancia, apenas se veía. Su largo y abundante pelo negro resaltaba sobre la almohada y sus enormes ojos abiertos no dejaban de mirar al techo con temor, como si fuese a caerse. No la habían enseñado a ser temerosa, siempre protegida por sus mayores, pero en aquel momento no era capaz de mover un sólo músculo por si en el piso superior pudieran ser escuchados sus movimientos.

        Después de mucho tiempo sin moverse se dio cuenta de que en su habitación había reflejos dorados y que, aunque era noche cerrada, podía ver a su alrededor. Debía haber luna llena y eso le hizo idear un plan. Apartó las mantas con lentitud, calzó sus pies con sus zapatillas forradas de borreguillo y se vistió una bata de algodón que le llegaba a los pies. Entreabrió con sumo cuidado la clavija de la puerta y miró el obscuro pasillo sin ver nada más que las sombras de los muebles; despacio dejó su habitación y se dirigió a las escaleras que la llevarían al piso de arriba. Sabía el lugar en el que tendría que situar los pies para no ser descubierta con los lamentos de la madera por su peso, pero al llegar al rellano se quedó quieta y se tapó la boca para impedir que un fuerte grito saliese de lo más profundo de su garganta.

      ¡Estaba la luz encendida! ¿quién podría estar arriba?

       Sin saber lo que se iba a encontrar continuó su escalada y lo que vio la hizo emocionarse y comenzar a llorar. ¡Su madre estaba sentada en su mecedora cosiendo y ella asustada!. Corrió hacia ella que la recibió con los brazos abiertos y con el amor que tan sólo una madre sabe dar y le dijo:

      -¿Por qué no duermes hija? Es de noche y debes descansar

      -Me asusté mamá porque sentí ruidos aquí

      -Siéntate en mi regazo y te cuento. -Ella obedeció- Subí para acabarte esta muñeca que te hice de retales de tela ¿Te gusta?, le preguntó mientras se la mostraba

      -Es preciosa mamá, será mi mejor juguete y la llamaré Laura

      Ambas bajaron y la niña se metió en la cama con su pepona y esperó que su madre las arropara y apagase la luz. Aquella muñeca acompañó durante toda su vida a aquella niña, en momentos agradables y duros, y en su madurez continuó adornando su cama durante el día y su mesilla de noche en las horas de obscuridad.