No
me gusta la gente abusona en ningún ámbito de la vida y menos quien
avasalla a los niños. Los malos tratos, afecten a quien afecten, no
deben ser tolerados nunca.. Quien se propasa de los demás por medios
ilícitos es un pobre diablo incapaz de llevar conversaciones
constructivas con el prójimo, porque no tiene suficiente
inteligencia o no sabe comunicarse, y para suplir sus carencias
recurre a la humillación y a los golpes como medida de poder.
Autoridad siempre equívoca; pero esos seres viles se creen poderosos
con cada golpe con el que propinan a sus hijos, porque les molestan,
no los quieren, no son lo que ellos desean, lloran por la noche.
opinan de diferente forma que ellos, ...
¡Cuántos seres humanos viven en nuestra sociedad soportando el peso de los traumas infantiles que les causaron sus padres! Yo en vez de progenitores les llamo energúmenos sin juicio y hablo de ellos con desdén, repugnancia y aborrecimiento. A los niños desde pequeños hay que educarlos, la asignatura más difícil de la vida. Pero la educación no está reñida con el respeto mutuo. Hay que enseñar, mostrar y explicar cómo es la vida, sin adornos ni ostentaciones inútiles e irreales; porque todos tenemos momentos buenos y malos en nuestra existencia y tuvimos que aprender a solventarlos de la mejor manera. Y hay que hacer de nuestros hijos personas de carácter fuerte y que sepan tomar decisiones.
El sufrimiento que percibe un menor es muy superior al que pueda sentir un adulto por malos tratos. Además, en la mayoría de los casos no sabe por qué le pegan y cuando sale al mundo real está acobardado o adopta el rol de agresor.
No
se puede torturar a niños, mujeres, hombres, abuelos, a nadie.
Debemos razonar como seres humanos. Volver a conversar y a aprender
el arte del diálogo para ser más conscientes de lo que es la vida.
El que pega es mala persona, esté sereno o borracho, y el que recibe
sus golpes es una pobre víctima que no sabe cómo liberarse de esas
sangrantes ataduras.