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miércoles, 4 de julio de 2018

SER INDEPENDIENTE, por Rhodéa Blasón



      Quiero vivir, ser feliz, ...independiente. Después de una existencia en la que,  para poder sobrevivir,  mi máxima fue la sumisión, creí que mi vejez sería sosegada. En mi casa, rodeada de mis recuerdos, ...

     Tardé, pero me dí cuenta de que mi único hijo, al que yo adoro con toda mi alma, no sentía lo mismo por mí. Fue una decepción que me partió el corazón en pedazos y casi me impedía respirar.

     Cuando caí por las escaleras de mi hogar, y tras recobrar el conocimiento, busqué en el bolsillo de mi larga chaqueta mi teléfono móvil y llamé al 061. Me llevaron al hospital en donde permanecí sola, a pesar de que avisé a mi hijo.

      Al darme el alta busqué de nuevo su cariño y lo volví a llamar. Vino a buscarme solícito y me llevó a su casa. Me sentía feliz, estaba contenta de poder compartir mis últimos años de vida junto a él, mi nuera y mis nietos.

     Me llevó a una habitación que me pareció un cubículo carcelario en la que había una cama, un armario y un ventanuco al que no llegaba y por el que entraba un pequeño rayo de luz. Pero antes de volverme, sentí el ruido de la llave al girar en la cerradura de la puerta. En aquel momento percibí la impotencia de la pérdida de mi total independencia. Me había quedado sola, allí, sin mi móvil para comunicarme con nadie, haciendo mis necesidades en un orinal, comiendo cuando me traían la comida y con mis abrumadores pensamientos.

     Mi ansiada independencia se había esfumado de un plumazo. No podría relacionarme con las personas a las que añoraba, no tenía ni una pequeña foto de mi esposo, ni manera de escapar de allí.
Yo sólo quería vivir, ser feliz, ...ser independiente.