Octavio era un hombre alegre, empresario de éxito y estaba casado con Sofía desde hacía más de veintiséis años. El consideraba que su matrimonio le había aportado, además de sus ocho hijos varones, estabilidad a su vida; su mujer era una señora en todos los aspectos, siempre dedicada a su familia a la que adoraba y a su esposo. Pero Sofía sabía desde antes de contraer matrimonio con su marido que era muy mujeriego, creyó que al casarse él cambiaría, pero ocho embarazos seguidos no consiguieron que él se adaptase a su mujer que le quería con toda su alma. Se acostumbró a llegar tarde por las noches y a acudir a muchas fiestas a las que los invitaban y a las que ella no podía ir porque no tenía con quien dejar a sus hijos. Al día siguiente percíbía el aroma a colonia femenina en su ropa e incluso las marcas de carmín y maquillaje en sus camisas: lloraba en silencio, le quería pero su corazón se endurecía con los años que le hacían ver su vida desde una perspectiva diferente. Sus hijos fueron creciendo y marchándose a estudiar fuera de la localidad en la que vivían.
El primer año que pasarían los carnavales solos, su marido no la invitó a disfrazarse con él y salir a cenar y después al baile. Ella estaba acostumbrada a que no la llevase a ningún sitio porque así él era libre de liarse con otras mujeres y llegar a casa y no dar explicaciones. Pero Sofía, mujer inteligente, estaba decidida a acudir al baile de disfraces de este año con su marido o sin él. Esperó a que su hombre se marchase y se disfrazó con un traje de mariposa que había confeccionado con sus propias manos. De colores vistosísimos y tejido de punto se ajustaba perfectamente a su fino cuerpo. Cubría su cara con unos anteojos de tela y flecos que brillaban con la luz y recogió su melena en un moño bajo del que caían tejidos de diferentes colores que sujetos a sus manos cubiertas con guantes cuando abría los brazos semejaban las alas de tan precioso animal volador.
Llegó al baile sola y buscó a su marido que iba disfrazado con la cara al aire. Estaba bailando con una mujer joven; se le desgarró el corazón ante aquella visión dolorosa. Se acercó a la pista de baile y cuando iba a comenzar a bailar sintió un brazo que la cogía por la espalda: era su marido. ¿La abría reconocido?
-¿Quieres sentarte conmigo y tomar algo?, le dijo meloso
Ella asintió con la cabeza. Dudaba sobre lo qué hacer. Pensaba que nadie la reconocería con su disfraz. Llegó él con dos copas de champán en sus manos. Ella mojó con ligereza sus labios, no estaba acostumbrada a beber y no quería que se le subiese a la cabeza. Oyó atónita decir a su esposo que no dejaba de sobarla con sus manos.
-Tienes un cuerpo impresionante, una cintura estrecha que preceden unas caderas ideales. Tus brazos son finos y largos como tus piernas.
Sofía emocionada estaba a punto de quitarse la máscara porque estaba convencida de que su esposo la había reconocido hasta que le escucha decir.
-Ya quisiera mi mujer tener una figura como la tuya. Y las piernas, ¡estas sí que son piernas y no las de mi mujer!
A punto de ahogarse con el enojo que sentía se quitó con rapidez el antifaz y le señaló a su marido con firmeza.
-Todo este cuerpo mucho mejor que el de tu mujer es el de tu esposa, la mujer que te ha dado ocho hijos y que no quiere verte nunca más en casa porque le das asco.
Gritó tal vez demasiado porque todo el mundo se silenció para escuchar sus palabras. No intentó oír las inútiles palabras de su mujeriego esposo le decía. Ella lo había intentado, pero ahora confiaba en que viviría feliz con sus propios medios y que sus hijos la apoyarían.
Que historia mas buena , bien merecido lo tenía aquel hombre que no supo nunca apreciar lo que tenía en casa.
ResponderEliminarNo solo eso , ni tan siquiera recordaba el cuerpo de su mujer ..pero le gusto él de esa otra que iba disfrazada ..hay ojos que no ven .
Bravo por Sofia , ella si se quito de una vez por todas la venda de los ojos y vio al ser despreciable que tenía a su lado.
Un fuerte abrazo y un feliz sábado.
Gracias. Ando atrasada participando y comentando convocatorias anteriores. Espero que sepáis disculparme. Muchas gracias por tus bellas palabras.
EliminarUn saludo
Rhodéa Blasón
Oh... qué vida tan amarga, lástima que le costase tanto reaccionar.
ResponderEliminarUn relato excelente.
Bss
Gracias. Un saludo
ResponderEliminarRhodéa Blasón
Pensaba que ella seguiría con su farsa para que el lo descubriera después pero fuiste para otro lado.
ResponderEliminarBien contado.
Un abrazo.
Gracias. Un saludo
ResponderEliminarRhodéa Blasón
Menudo chasco se llevaria el mujeriego marido. Lw estuvo muy bien empleada la lección. Muy bien narrado, Saludos afectuosos.
ResponderEliminarGracias Montserrat. Un saludo
ResponderEliminarRhodéa Blasón
Vaya un marido más despreciable, y cuántos habrá así.
ResponderEliminarMe ha encantado como has ido desarrollando el relato.
Besos enormes.
Gracias Maria
EliminarSaludos
Rhodéa Blasón
Guao, al principio me enfadó muchísimo ese trato del hombre hacia su mujer, pero el desenlace... OLÉ POR ELLA. Genial aportación, Rhodea.
ResponderEliminar¡Besos!
Gracias. Un saludo
EliminarRhodéa Blasón
El momento de desprenderse de la máscara alcanza el cenit de la historia, es muy cinematográfico.
ResponderEliminarMe gustó cómo la desarrollaste.
Gracias Tracy. Un saludo
EliminarRhodéa Blasón