Mostrando entradas con la etiqueta mujeres maltratadas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta mujeres maltratadas. Mostrar todas las entradas

viernes, 1 de junio de 2018

EL PESO DE LA HUMILLACION, por Rhodéa Blasón





          Siento descender por mis rosadas mejillas una cálida lágrima que me quema la piel. Resbalan cautas para caer en el precipicio de mi rostro, pero no alivian el dolor inconmensurable de mi desolado corazón. No sé si mis cristalinas lágrimas tendrán valor alguno, ni si alguien será capaz de ayudarme en esta desazón que casi me impide respirar, ...pero soy consciente de que mi inclemente existencia consiguió que en un momento dado mis salinas secreciones oculares de agotasen.

          Mis ojos quedaron vacuos y sin vida. Ya no expresan nada y están hundidos.

          ¿Qué valor puede tener una lágrima? ¿Por qué mis ojos se secaron?

         No tengo respuestas a estas incógnitas. Pero durante muchos años no conseguía llorar, por muy triste que me sintiera o por mucho dolor que me acongojase. No era vivir, porque el peso de cada gota que debían vomitar mis ojos me lo tragaba, a pesar de darme cuenta de que mi garganta estaba atenazada por algo que me impedía pasar saliva con libertad. Y todo ese daño, físico y mental, que engullí y del que me atiborré durante tantas décadas; tanta represión y humillación enmascarada de proclividad mimosa ante los demás, le ha pasado una gravosa factura a mi salud haciéndome estar al borde de la muerte en varias ocasiones.

          Hoy, después de tanto tiempo, he aprendido a llorar de nuevo. Primero incontinentemente, pero con un gran esfuerzo mental he alcanzado el poder de gestionar mi llanto. Deseo ser feliz y evitar que mis lágrimas salgan de mis ojos pero siempre hay algún alma perniciosa y egoísta que consigue ningunearme con su malsana actitud hacia mí. ...y, a pesar de que en cada ocasión que sucede me vuelvo más fuerte, no puedo evitar que sea contraproducente para mí y para mis órganos vitales.

     

domingo, 27 de mayo de 2018

VIVIR LA VIDA, por Rhodéa Blasón



     Necesito olvidarme de mi vida.
   
      ...pero quiero vivir, respirar y disfrutar de todo lo hermoso que puedo percibir a mi alrededor.

      El universo no hizo que el camino de mi vida fuera fácil en ningún momento y me embistió duro desde muy temprana edad. Pero creo que fui dotada por una fuerza superior que me enseñó a superar y a sobrevivir a las zancadillas del destino. ¡De mi destino! Y le pido que no me prive de alegrarme por cada segundo de aliento que me quede por inspirar.

       Yo, ingenua de mí, creí que la existencia podría ser mucho más llevadera, pero siempre he sufrido mucho, me he responsabilizado de otras personas y he adoptado roles que le venían muy grandes a una persona de mi edad.

      ¡Y eso marca!

       También hay quien no se cree lo que yo haya tenido que padecer porque piensa que todas las vidas son fáciles. ¡Pobres ingenuos! "Si la risa siempre viene por barrios".

      Pero creedme después de más de medio siglo de vida estoy aprendiendo a vivir, a soltar el lastre que tanto pesaba sobre mis hombros y a hacer caso omiso de cánticos irreales. Quien quiera estar conmigo debe hacerlo porque yo lo quiero y percibo lo mismo por parte de esas personas. Si no no me merece la pena perder un momento de mi libertad con ellos.

     Lo malo es que todos los quereres no son recíprocos, ni iguales, ni medibles, ni cuantificables. Por eso, hay tantos seres que abusan de quienes les quieren de verdad y otras tantas personas que se dejan dominar por seres engañosos y sin valores morales  y humanos.