jueves, 22 de marzo de 2018

LA MUÑECA LAURA, por Rhodéa Blasón



        Las tablas de madera rechinaban bajo los pies que las pisaban con cautela en el desván de la enorme casa en la que vivía. La niña desconocía el origen de qué o de quién era el cuerpo que dominaba esas anónimas extremidades y permanecía agazapada bajo las frías sábanas de lienzo y las pesadas mantas de trapos que confeccionaba su madre de múltiples colores para calentarla de las gélidas temperaturas invernales. Era muy pequeña, delgada y alta para su edad, pero en aquel lecho de matrimonio, de patas de madera labradas a mano y con elegancia, apenas se veía. Su largo y abundante pelo negro resaltaba sobre la almohada y sus enormes ojos abiertos no dejaban de mirar al techo con temor, como si fuese a caerse. No la habían enseñado a ser temerosa, siempre protegida por sus mayores, pero en aquel momento no era capaz de mover un sólo músculo por si en el piso superior pudieran ser escuchados sus movimientos.

        Después de mucho tiempo sin moverse se dio cuenta de que en su habitación había reflejos dorados y que, aunque era noche cerrada, podía ver a su alrededor. Debía haber luna llena y eso le hizo idear un plan. Apartó las mantas con lentitud, calzó sus pies con sus zapatillas forradas de borreguillo y se vistió una bata de algodón que le llegaba a los pies. Entreabrió con sumo cuidado la clavija de la puerta y miró el obscuro pasillo sin ver nada más que las sombras de los muebles; despacio dejó su habitación y se dirigió a las escaleras que la llevarían al piso de arriba. Sabía el lugar en el que tendría que situar los pies para no ser descubierta con los lamentos de la madera por su peso, pero al llegar al rellano se quedó quieta y se tapó la boca para impedir que un fuerte grito saliese de lo más profundo de su garganta.

      ¡Estaba la luz encendida! ¿quién podría estar arriba?

       Sin saber lo que se iba a encontrar continuó su escalada y lo que vio la hizo emocionarse y comenzar a llorar. ¡Su madre estaba sentada en su mecedora cosiendo y ella asustada!. Corrió hacia ella que la recibió con los brazos abiertos y con el amor que tan sólo una madre sabe dar y le dijo:

      -¿Por qué no duermes hija? Es de noche y debes descansar

      -Me asusté mamá porque sentí ruidos aquí

      -Siéntate en mi regazo y te cuento. -Ella obedeció- Subí para acabarte esta muñeca que te hice de retales de tela ¿Te gusta?, le preguntó mientras se la mostraba

      -Es preciosa mamá, será mi mejor juguete y la llamaré Laura

      Ambas bajaron y la niña se metió en la cama con su pepona y esperó que su madre las arropara y apagase la luz. Aquella muñeca acompañó durante toda su vida a aquella niña, en momentos agradables y duros, y en su madurez continuó adornando su cama durante el día y su mesilla de noche en las horas de obscuridad.


jueves, 15 de marzo de 2018

EQUILIBRIO EMOCIONAL: LA LINEA VERDE, por Rhodéa Blasón





    La línea verde ...es lo que para mí marca el equilibrio emocional.

         Cuando no alcanzo los objetivos que me marco porque el columpio de mi mente no deja de bailar sé que en mi interior surgen los lamentos que me sumen por debajo de esa línea recta verde, que simboliza la armonía, la calma y el sosiego.Soy consciente de que ese balancín alcanza más fuerza cada segundo que se mantiene en movimiento, pero soy incapaz de pararlo. ¡No sé qué hacer para que deje de mecerse! Es un claro símbolo de depresión que me sumerge en las profundidades de esa raya invisible que me marca el equilibrio emocional como si fuese en un submarino acorazado y me hace vulnerable a cualquier agente externo que no puedo controlar y prisionera de mis propias emociones por no ser capaz de canalizarlas.

        Por otro lado, soy consciente de que la mejor  manera de vivir es encarando el futuro de frente y con coraje. Lo que hemos vivido nos marca a fuego, cual animales de las manadas del antigüo oeste. Volar en un avión de papel es impresionante y me da una sensación de libertad con la que no dejo de soñar. Pero he aprendido a introducir en una maleta que cargo a mis espaldas todos aquellos sentimientos que no quiero recordar y cuando la carga del maletín me cansa demasiado sobre los hombros la abro mentalmente y suelto lastre. Ya casi no me pesa porque en  ella guardo sólo olores, sonrisas, amor, tiempo, ...de las personas que me han querido y ya no están conmigo. He aprendido a vivir con sus ausencias. Son momentos de euforia irreal que sobrepasan hacia arriba la linea verde en la que me debo mantener.

        Desde hace años sigo la línea verde, poniendo un pie delante del otro. Intentando no tropezar. Siendo positiva y alegre, dando amor y recibiéndolo de quienes me quieren. No pienso en columpios ni en submarinos que me alteran y mucho menos en aviones de papel. Aunque cuando elevo mis ojos al cielo me gusta verlo de color azul y multitud de pájaros surcándolo de un lado a otro. Es signo de que mi equilibrio emocional está en perfecto estado.



                               

miércoles, 7 de marzo de 2018

DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER TRABAJADORA, por Rhodéa Blasón





     El día 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Es una forma de rememorar la larga y solitaria lucha de las mujeres y su participación en la búsqueda por lograr el reconocimiento de su igualdad frente a los hombres, tanto en la sociedad como en su desarrollo íntegro como personal. Este día se ha convertido en numerosos países fiesta nacional. Pero realmente esta fecha tan señalada no hace más que conmemorar que un 8 de marzo de 1857 un grupo de trabajadoras del sector textil decidió salir a las calles de Nueva York para protestar por las precarias condiciones laborales en las que trabajaban. Sería una de las primeras manifestaciones de la historia en las que las mujeres protestaban por adquirir mejoras y derechos laborales. Posteriormente, el 25 de marzo de 1911 en Nueva York, también, se incendió la fábrica de camisas Shirtwaist muriendo 123 mujeres y 23 hombres, la mayoría jóvenes inmigrantes entre los 14 y 23 años. Fue el desastre industrial más mortífero de la historia de la ciudad norteamericana y supuso que desde aquel momento se introdujesen en todas las fábricas las nuevas normas de seguridad y salud laboral de EEUU. Los trabajadores no pudieron escapar de las llamas porque los responsables de la fábrica habían cerrado todas las puertas de salida al exterior como práctica habitual para evitar robos.
En 1909 Nueva York y Chicago ya acogieron actos denominados “Día de la Mujer” organizados por Corinne Brown y Gertrude Breslau-Hunt, destacadas solialistas luchadoras por los derechos femeninos. Al año siguiente, en Europa tuvo lugar la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague con la asistencia de más de 100 mujeres representantes de 17 países. Los actos se fueron ampliando cada vez más hasta que en España, en 1936, tuvo lugar por primera vez una reunión de tal magnitud. No obstante, no fue hasta 1975 cuando la ONU (Organización de las Naciones Unidas) institucionalizó el 8 de marzo para conmemorar las acciones del Día Internacional de la Mujer y en 1977 se declaró Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.
    Han sido muchas las mujeres que se han unido a lo largo de la historia para que en la actualidad el sexo femenino tenga esa “igualdad” tan deseada frente a los hombres. Afortunadamente, hoy podemos acudir a la universidad eligiendo estudios, realizar trabajos que antaño estaban sólo destinados a los hombres y, por supuesto, trabajar fuera de casa. Pero no nos engañemos, todavía queda mucho por lograr. Existe una marabunta humana de féminas que queremos que se nos escuche y que no nos prebendan ningún beneficio del que no seamos acreedoras y al que no tengamos derecho. Trabajamos en casa y mantenemos en pie nuestras empresas o trabajamos con eficacia y eficiencia por cuenta ajena pero tenemos todavía demasiado camino por andar: las dificultades en la conciliación laborar para las mujeres abren brechas tan grandes que a veces les impiden optar a un puesto de trabajo digno, la desigualdad salarial obliga a una fémina a trabajar 84 días más al año para ganar lo mismo que un hombre, la contratación de una mujer suele tener reglas precarias o a tiempo parcial y las tasas de paro femeninas son muy superiores a las de los hombres. Pero hasta en el cobro de las prestaciones por desempleo la mujer sale también mal parada, ya que no están equiparadas entre unos y otras. Tal vez las mujeres no tengamos familias que mantener, recibos que pagar, hijos que alimentar o no seamos merecedoras del derecho a acceder a tener viviendas dignas.

    La constitución española de 1978 recoge en su artículo 14 la igualdad ante la ley de las mujeres y los hombres prohibiendo la discriminación por razón de sexo. No obstante, creo que deberán pasar todavía muchos años y continuar con las reivindicaciones para que se suprima cualquier diferencia o desigualdad que exista entre sexos. El Instituto de la Mujer reseña con gran acierto que tal y como aseguraba Montesquieu “el nivel de democracia de un pueblo se mide por el grado de libertad de sus mujeres”.