Sentada en el arenal sentía
su existencia llena de sosiego. Sus pulmones se henchían del aroma a
salitre del piélago marino que le lambía sus pies como si se
tratase de lenguas de hielo que le cortaban la circulación
sanguínea. Allí, en su refugio natural, era ella misma, su mente se
oxigenaba de paz, su espíritu volaba con el circunvolar de las
elegantes gaviotas que planeaban sobre la crecida y blanquecina
efervescencia de las ondas marinas, se sentía plena y llena de vida.
Allí, en aquella fría tarde
invernal, tuvo consciencia de que había sido manipulada por sus
seres queridos para que contrajese nupcias con el varón que ellos
eligieron y que la había hecho tan desgraciada con sus continuas
iniquidades.
Allí, sentada en el arenal,
descubrió que nunca más dejaría que nadie pensase por ella. Era
consciente de cómo conseguir la libertad. Escuchaba la llamada del
mar y, tras ergirse, se introdujo en el líquido elemento con
lentitud, sabiendo que era la única forma de alcanzar la liberación
de su alma.
Más sobre el Mar, http://brisadevenus.blogspot.com.es/2017/05/este-jueves-mi-relacion-con-el-mar.html
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